Acostumbrados a encontrar el vino en bodegas, no es de extrañar que resulte sorprendente el concepto “vinos submarinos”.
Esta modalidad de crianza se ha puesto muy de moda en los últimos años. Pero, ¿de dónde surgió esta idea? En JustB te lo contamos. ¡No te pierdas este post!
Un poco de historia
Los vinos submarinos surgieron de la casualidad. En 1840, se encontraron los restos de un barco naufragado que todavía conservaba algunas botellas de vino que transportaba. Todos los vinos recuperados mantenían sus características, algunos incluso habían logrado potenciar sus propiedades. Algunas de estas botellas fueron subastadas por precios superiores a miles de euros, llegando a cifras de hasta 60.000 euros.
¿Cómo se lleva a cabo la crianza de estos vinos?
Aunque son muy pocas las bodegas que ofrecen este tipo de vinos, el proceso de envejecimiento al que se someten debe estar respaldado por laboratorios y especialistas en buceo.
Para su obtención, se seleccionan los vinos embotellados y se depositan en una estructura (normalmente, una jaula metálica) que se sumerge hasta el fondo marino donde los buceadores monitorizan las condiciones subacuáticas.
El mar es un lugar que alberga condiciones óptimas para la crianza de los vinos, gracias a la temperatura y presión del agua, que son relativamente constantes.
La ausencia de luz y ruido y también el movimiento del mar y la salinidad, hacen evolucionar de maneras diferentes a estos vinos, siendo muy diferentes en aroma y sabor a los vinos obtenidos de manera tradicional.
Diferencias entre los vinos submarinos y los crianza tradicional
Las uvas utilizadas para los vinos submarinos son cultivadas en tierra firme. Es después de su recolección y fermentación cuando el jugo de la uva se almacena en botellas o ánforas y se transporta al fondo marino.
Lo que diferencia a los vinos submarinos de los crianza tradicional es su proceso de envejecimiento. Mientras que los vinos clásicos se almacenan en barricas, los vinos submarinos se sumergen en el mar durante meses o incluso años.
El sabor, por lo tanto, resulta diferente. Los vinos envejecidos en el mar tienen un sabor más fresco y con un toque salino.
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