Hola compañeros de viaje,

Sé que ha pasado mucho tiempo desde mi primera reflexión. Tenéis que perdonarme, pero aún me cuesta esto de sentarme y escribir.

Hoy quiero hablaros del tiempo. Nada más y nada menos. Quiero contaros que una de las cosas que más me llena de mi “nueva vida” es sentirme dueña de mi propio tiempo.  Saber que mañana puedo hacer lo que yo quiera, me produce una sensación de libertad indescriptible. Y no quiero decir que trabaje menos que antes ni que tenga más tiempo libre, todo lo contrario: las horas del día siguen sin ser suficientes… nunca son suficientes para hacer todo lo que queremos… Me refiero a esa sensación de poder pensar y decidir qué voy a hacer hoy. Poder permitirme dar un pequeño paseo, tomar algo con un amigo,  estar con mis niños…

En fin, cosas sencillas pero que, al final, son las más importantes en la vida. En realidad trabajo igual que antes, pero la diferencia es sentir que estoy construyendo algo propio, algo en lo que creo y que va creciendo conmigo, porque es parte de mí.

¿Os habéis parado a pensar que una de las cosas más valiosas que tenemos en la vida es el tiempo? Es un recurso del que todos disponemos y que todos consumimos inexorablemente.  De nosotros depende cómo y en qué lo vamos a gastar. Visto así  ¿vamos a perder nuestro precioso y limitado tiempo en cosas banales, en trabajos que no nos llenan, con personas que no soportamos o que no nos merecen?

Yo digo que no.

Sé que no podemos volvernos locos y poner nuestra vida patas arriba. Sé que todos tenemos obligaciones y circunstancias que nos atan, que nos obligan por ejemplo a seguir en ese trabajo que aborrecemos, aguantar a ese jefe que no soportamos y cosas por el estilo. Pero hay muchas pequeñas cosas que podemos hacer. Diferenciar lo importante de lo que no lo es, relativizar, ¿cuántas veces hacemos una montaña de un grano de arena? Tenemos que descubrir qué es lo que nos apasiona en la vida y perseguirlo. No digo volvernos locos, pero sí tener muy claro y definir cuáles son nuestras prioridades y actuar en consecuencia. Tratar de compatibilizar de la mejor manera posible nuestras obligaciones y nuestras devociones y disfrutar de nuestro tiempo.

Siempre he sido una persona muy pragmática y resolutiva. Durante años pensé que la filosofía era un “rollo” y no le di cabida en mi vida. Ahora pienso de otra forma.  Con los años me he ido dando cuenta de la importancia de dedicar tiempo a pensar y a reflexionar. Tiempo para uno mismo, en definitiva. Séneca se preguntaba por qué la gente pierde su tiempo en cosas banales que no le aportan nada y que la hacen sentirse vacía. Él creía que era porque no se detenían a pensar que contamos con un tiempo limitado, que siempre es menor de lo que creemos. ¡Qué razón tenía! Vivimos pensando que siempre habrá un mañana, pero no siempre va a ser así…

En fin, espero, con estas reflexiones, haberos dado algo en qué pensar este puente…

¡Hasta la próxima, viajeros!

Belén Varela